Una siesta entre pinceles y colores
Jacarandá bajó las
escaleras ayudando a su pequeño hermano.
Una vez en el living,
sintió una gran alegría. Su mamá dormía y ellos eran libres para
hacer lo que quisieran!
-¿Pintamos
la casa? -sugirió Jacarandá.
-Mamá y
papá se van a enojar.
-Pero la
pintamos linda, así le damos una sorpresa para cuando se despierte de la siesta.
¡Manos a la obra!
Jacarandá fue en busca
de su maletín con temperas y pinceles. Luego miró las paredes,
dando lugar a la inspiración para encontrar el color adecuado.
-¡Rosa! -balbuceó la niña-. Y un segundo después los “hermanitos Dalí” se
encontraban subidos al sillón pintando una de las paredes del
living. Un poco de agua, un poco de tempera y zaz,
estrellaban el pincel sobre la pared.
-¡Verde! -sugirió Jacinto-. Y con sus brochas enverdecieron la puerta.
-¡Amarillo! -y la televisión amarilla quedó.
-¡Rojo! -dijo la niña dirigiéndose a la mesa de la cocina.
Una
y otra vez hicieron lo mismo. Tres horas
pasaron hasta dejar el living, sus ropas, sus caras y cuanto
objeto se cruzara lleno de trazos y manchones de colores.
Un pajarito se posó sobre la ventana de Ana quien oportunamente
la despertó de su profunda siesta. Ana
entreabrió los ojos y notó que ninguno de sus hijos estaba a su
lado. Eso la preocupó, ya que era signo de que estarían haciendo
alguna travesura. Dicho y hecho. Bastó bajar el primer escalón para
ver el living completamente intervenido por los pequeños artistas.
-¿Qué están
haciendo?
-No mires ma, te estamos haciendo una sorpresa.
-No mires ma, te estamos haciendo una sorpresa.
-Sí, una
sorpresa -balbuceó Jacinto trepado a un mueble.
-Bajen ya
mismo de ahí! Suelten los pinceles y desaparezcan de mi vista. ¡Me
arruinaron las paredes!
-Yo no
quería -acotó Jacinto.
-Las
podemos limpiar si querés -sugirió Jacarandá.
-¡Ya mismo voy
a llamar a su padre!
Esto no iba a gustarle
nada a su papá y a los chicos les daba mucho miedo ver a papá
enojado.
-¡Desaparezcan
ya mismo de mi vista!
Los pequeños
entendieron que debían desaparecer de la vista de su madre, porque
cuando mamá se enoja, es mejor no estar cerca. Y eso hicieron.
Corrieron sin rumbo un largo rato por el bosque.
Continuará…