Una travesura marítima:
Al
llegar a la playa, Ana vió a una amiga a la que hacía mucho no
veía. Corrió a saludarla, olvidando que atrás de ella venían sus
dos hijos, siempre listos para hacer alguna travesura. Dicho y hecho,
aprovechando la distracción de mamá Jacarandá soltó al aire sus
mágicas palabas:
-Listos,
preparados, ya.
Nuevamente se lanzaron en una carrera y esta vez la meta era el mar.
-¡Esperame! -pedía a gritos Jacinto.
-¡Gané! Nos
metemos al agua? Propuso
la inquieta e incansable niña.
-Mamá se va a enojar.
-Pero nos metemos un poco nada más. Vení, dame la mano, entremos
juntos.
-Me da miedo el agua -dijo
quejándose su hermano.
-Jacinto, vos ya sos un nene grande, no podés tener miedo.
Y con mucho valor los "hermanitos Baywatch" fueron entrando en el mar, metiéndose cada vez más hondo. Al principio hacían pie, pero de un momento a otro, perdieron el contacto con la arena y el agua comenzó a taparlos.
Y con mucho valor los "hermanitos Baywatch" fueron entrando en el mar, metiéndose cada vez más hondo. Al principio hacían pie, pero de un momento a otro, perdieron el contacto con la arena y el agua comenzó a taparlos.
-Jacinto, no me sueltes la mano.
-Mami, quiero mami -balbuceaba
Jacinto con la boca llena de agua.
-¡Agarrate fuerte!
El mar los sacudía cada vez más fuerte, y poco a
poco los iba metiendo más profundo. El agua no les permitía ver, y
las olas los llevaban de un lado a otro. Jacinto se agarraba con
fuerza de su hermana, pero el miedo y la angustia lo desesperaban
cada vez más.
-¡Ayuda, auxilio! ¡Mami!
-¡Ayuda, auxilio! ¡Mami!
El mar no les
daba tregua y los zarandeaba de un lado a otro. Jacarandá se dio
cuenta que una vez más estaban en problemas y esta vez eran muy
serios.
Desesperada, pensó: “Alguna
manera tiene que haber para que podamos regresar a la orilla”.
Y fue en ese mismo instante que se acordó de su nuevo poder: “La
lucesita”. Entonces con un fuerte deseo dijo para sus
adentros: “Lucesita, por favor, despiértate dentro mío”
y mágicamente “Plin”, la lucesita se despertó. De pronto
e inesperadamente se formó una ola inmensa que los llevó
barrenando de vuelta hasta la orilla. Jacinto salió gateando con la
cara llena de mocos y arena. Ella estaba feliz porque comprobó el
poder que llevaba dentro suyo, y entendió que siempre estaría
protegida, aunque capaz no era necesario exponerse ante tantos
riesgos.
-Te prometo que nunca más nos
metemos solos al mar.
-Mami, quiero mami.
-Allá está mamá -gritó la
niña, y lentamente se acercaron a su madre quien entretenida con la
charla, ni se había percatado de la travesura de sus hijos.
Continuará...