Capítulo 5

Una vela enciende otra vela



El atardecer se hacía presente y Jacarandá caminaba con su hermano de la mano, protegidos por los animales que iban detrás.
A lo lejos ambos divisaron la casa. Contentos corrieron, pero algo los detuvo. Fue el grito de su madre, quien los esperaba preocupada en la puerta de la casa. 
-¿Dónde se metieron? ¿Me pueden explicar por qué se fueron tanto tiempo?
Mamá estaba enojada y había que darle una explicación.
-Entren ya mismo, estoy muy enojada. Tres horas solos en el bosque es mucho tiempo. ¡Hasta pensé en dar aviso a la policía!
De todos modos, Ana a veces era un poco exagerada.
-Mamá, ¿podemos ir al jardín?, queremos contarte algo.
Y tironeando de la mano la llevaron al jardín.
-Sentate mami. Yo quería darte una sorpresa, por eso pinté las paredes. ¿Me perdonas?
-Que sea la última vez.
-Y como te habías enojado, nos fuimos al bosque y tuvimos la experiencia más hermosa del mundo.
-¿Ah, sí?
-Sí, nos salía brisa fresca de la cabeza, gracias a la lucecita -agregó Jacinto.
-¿Qué? ¿brisa? ¿lucecita? ¿De qué están hablando?
-Yo cerré los ojos fuerte fuerte deseando que me perdones y de repente, se me encendió una lucecita adentro mío ¿Querés probar?
-¿Y qué tengo que hacer?
-Sólo tenés que desearlo.
Entonces Ana cerró sus ojos dejándose llevar por esta descabellada propuesta.
-Lucecita, por favor, despiértate dentro nuestro.
Y de repente ¡PLIN PLIN PLIN! Jaracandá, Jacinto y Ana sintieron un cosquilleo debajo de su ombligo.
-Lucecita por favor, sube a lo alto de nuestras cabezas.
-¡Tengo brisa fresca! -exclamó Jacinto.
La madre había alcanzado un estado de paz y tranquilidad que dejó su mente en completa calma.
-Es verdad, ya también puedo sentirla -dijo sorprendida la mamá.
Ana no sabía de que se trataba esta experiencia, pero estaba segura de que era un regalo del más allá, algo que escapaba a la mente humana.
-Están perdonados. Los amo pequeños.

Y los tres se fundieron en un profundo abrazo, acompañado por un viento que volaba sus prendas y sus cabellos. 

Continuará…

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